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lunes, abril 25, 2005

Opinión Carl Barat en México

¿El ídolo o la música?
Por Anna Stephens


En una discusión madrugadora de domingo, comentaba con un grupo de amigos la falta de ídolos de nuestra generación y de las más jóvenes. Después de que propusieron a varios personajes (Thom Yorke, Saúl Hernández, Britney Spears) como ídolos que marcan a una generación completa, todos llegamos a la conclusión de que en realidad esa ausencia de idolatría masiva podría ser una ventaja por la apertura a la diversidad de géneros, o una desventaja por la falta de unión o pertenencia a algunos de estos ghettos.

Musicalmente, los ídolos se forman a partir de un gusto que se transforma en melomanía. Después eres fanático, lo que te puede llevar por dos caminos: el grupismo o los band-aids (que se interesan por conocer al ídolo, no por acostarse con él). Si tu obsesión te conduce a la primera categoría y conoces a tu ídolo, podrías ser leyenda, aunque mentalmente y tal vez físicamente, seas un caos; pero si eres band-aid y lo conoces puedes continuar admirándolo o detestarlo.
Hace un par de semanas Alan McGee, Carl Barat, Xiu Xiu y Placebo visitaron la ciudad de México. La oportunidad que tuve de conocer y convivir tanto con McGee, “El Artista” (nuevo apodo de Mr. Barat) y Xiu Xiu, como de observar de lejos a Placebo, puede resumirse en una palabra: surrealista.

La noche anterior a la presentación de McGee y Barat en El Pasagüero se les ofreció una fiesta en un hotel de Polanco, a la que sólo se podía asistir si “estabas en lista”. Xiu Xiu, Molotov, Los Fancy Free, locutores y muchos yuppies estuvieron ahí. Después de escuchar el DJ set de Alan y de que Carl comprobó el buen funcionamiento de los aparatos del gimnasio, la opción era seguir la fiesta en casa de un amigo. Xiu Xiu, McGee, Barat y otras 15 personas más emprendimos la huida a lo que a la fecha calificamos como la mejor del año.
Alan es amante del buen vino blanco y de la música noventera, cuya sombra de nombre Oasis, jamás se desvanecerá. Es un tipo más bien tranquilo, que se divierte al ver a los demás divirtiéndose.

Carl Barat podría ser un tipo cualquiera de 26 años, pero es CARL BARAT, y esto implica un reconocimiento por la calidad de su segundo álbum y la tolerancia hacia Pete Doherty. A “El Artista” no hay quien le aguante el paso, a menos que se trate de Mario, su tutor y guardián mexicano. Durante los días de convivencia con Carl, éste se dedico a firmar cuanto objeto le ponían en frente, sacarse fotos, catar tequila y mezcal, tocar un poco la guitarra y no aguantar los arrebatos de algunas grupis. Además, para no dejar de lado los códigos de lo que toda estrella de rock debe hacer, rompió una pared del hotel en el que se hospedó.

Xiu Xiu se dispusieron a observar, pero también a platicar un poco, bailar, reír mucho, y sobrevivir a su primera resaca en México.
La experiencia de Placebo en conferencia de prensa fue una prueba de resistencia. Dejando de lado la hora de espera, el trato déspota de su compañía disquera se reflejó en los 20 minutos de conferencia del grupo: burlándose de los asistentes y dando a entender que lo que realmente los hace felices es el dinero que sus fans mexicanos invierten en ellos. Además de su visita a Teotihuacán, el trío pasó un par de horas conviviendo con Barat en el bar del hotel donde todos ellos se hospedaron.

Después de superar la laringitis gripal de una semana y recuperar el ciclo habitual de sueño, regresé a mis actividades cotidianas preguntándome qué más (a parte del achaque) me había dejado la convivencia con estos personajes. No existe una única respuesta. A cada uno de ellos los conocí bajo circunstancias surrealistas distintas, pero tuve la oportunidad de observar, desde la perspectiva de quienes se acercaban a ellos, la ciega devoción al ídolo y la necesidad de pertenencia. Definitivamente México se ha convertido en un punto de reunión para artistas de toda clase de géneros y latitudes. ¿El ídolo o la música? Definitivamente me quedo con la música, las imágenes y un muy buen recuerdo de lo vivido.


Texto publicado en el periódico El Universal el 30 de abril del 2005

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